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3 CUENTOS CORTOS PARA LEER CON NIÑOS 

 Los cuentos cortos con moraleja son los mejores para empezar a leer con niños. Aunque hay multitud de cuentos tradicionales con moralejas que son esenciales y que todo niño debería conocer, ya que han ido pasando de generación en generación.


Uga la tortuga - Cuento infantil sobre la perseverancia

Uga, la tortuga. Cuento corto sobre la perseverancia

- ¡Caramba, todo me sale mal!, se lamenta constantemente Uga, la tortuga.

Y es que no es para menos: siempre llega tarde, es la última en acabar sus tareas, casi nunca consigue premios a la rapidez y, para colmo es una dormilona.

- ¡Esto tiene que cambiar!,- se propuso un buen día, harta de que sus compañeros del bosque le recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus tarea

Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas como amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas de camino hacia la charca donde chapoteaban los calurosos días de verano.

- ¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis compañeros? Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.

- No es una gran idea - dijo una hormiguita - Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el trabajo en un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo mejor que sabes, pues siempre te quedará la recompensa de haberlo conseguido.

No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y siempre te quedarás con la duda de si lo hubieras logrado alguna vez.

Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La constancia y la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos proponemos; por ello yo te aconsejo que lo intentes. Hasta te puede sorprender de lo que eres capaz.

- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba: alguien que me ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te prometo que lo intentaré.

Pasaron unos días y Uga la tortuga se esforzaba en sus quehaceres.

Se sentía feliz consigo misma pues cada día conseguía lo poquito que se proponía porque era consciente de que había hecho todo lo posible por lograrlo.

- He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes e imposibles metas, sino acabar todas las pequeñas tareas que contribuyen a lograr grandes fines.

FIN

Un cuento para niños que trata de la adopción - El bebé elefante

Los cuentos infantiles para niños El bebé elefante

Soy el oso hormiguero, y os voy a contar una historia única. Si les digo que en el zoológico había una excitación y un revuelo poco común, no les miento... a pesar de mi larga nariz. Nacía el primer día de otoño, mientras las hojas decoraban las calles, transformándolas en mullidos ríos dorados.

El sol asomaba, todavía con un poco de sueño. Mientras se desperezaba, cumplía con su diaria tarea de iluminar la vida. Y hablando de vida y de iluminar... Todos los animales estábamos esperando al nuevo integrante de la familia de los paquidermos. Justamente HOY era el día de llegada del nuevo pequeñín. La gente hacía cola para ver al bebé recién nacido.

En la entrada del zoológico había largas filas de chicos para votar el nombre que le pondríamos. Mi jaula, que estaba justo frente al terreno de los elefantes, me permitía observar todo lo que allí ocurría, casi sin perder detalle.

Leer un cuento corto con tus hijos sobre la adopción

Bebé elefante, cuentos para bebés

Pasó el tiempo, y Junior, así lo habíamos llamado al bebé que hoy ya tiene 5 años, veía que era un tanto diferente de sus padres. La trompa no le crecía, su boca era enorme y llena de dientes, arrastraba la panza al caminar y tenía una larga y robusta cola.

- Mamá - decía el pequeño - me da la sensación que no me parezco demasiado a ustedes... que soy muy diferente.

Dos días transcurrieron con la inquietante pregunta de Junior, hasta que una tarde, cuando la gente ya se había marchado, los orgullosos papás elefantes se sentaron a charlar con su pequeño hijo. Entonces le explicaron que como mamá no podía tener elefantitos en su panza, habían decidido adoptar un bebé... y tuvieron la suerte de tenerlo a él.

Que es un tanto diferente, es cierto... después de todo había salido de la panza de una cocodrila. Pero a quién podía importarle si tenía orejas grandes o casi invisibles? Después de todo y con todo, un hijo es un hijo tal como es, y se lo conoce por el corazón y no por el color o la forma.

El amor es el único capaz de decidir quién es hijo de quién. El elefantito con aspecto de cocodrilo, se quedó pensando un buen rato. Luego, miró a sus padres y les dijo:

- Mami, papi, ahora sí que los quiero mucho, más que antes.

Desde mi jaula, pude entonces ver un nuevo milagro. Mientras Junior dormía, comenzó a crecerle una pequeña y hermosa trompita. Y que a nadie le quepa duda, que esta transformación era debido al fuerte sentimiento de amor que unía a esta gran familia. Ustedes se preguntarán cómo es que yo sé tanto de esto... Bueno, les diré que la familia de este oso hormiguero que les habla, está formada por un papá oso gris y una mamá panda.

El sol comenzó a esconderse dejando que la luna se refleje en el lago de los flamencos rosados... el silencio absorbió el bullicio de la multitud, y el otoño siguió su camino hacia el no tan frío invierno del Jardín zoológico.

FIN

El niño y los clavos - Cuento corto sobre la ira y el enfado

cuento corto sobre la ira y el enfado. El niño y los clavos

En un pequeño pueblo vivía un niño que tenía muy mal carácter y un poquito de malhumor. El niño se pasaba todo el día enfadado y enojado con todo el mundo: sus padres, sus amigos, sus compañeros del colegio...

Preocupado por esta situación y esta conducta del pequeño, un día su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo:

- Cada vez que te sientas muy enfadado, clava uno de estos clavos en la verja que hay detrás de casa.

El primer día el niño clavó 37 clavos en la cerca, al día siguiente solo 20 y... ¡el tercer día solo tuvo que clavar 6 clavos!

Cada día el niño tenía que clavar menos, señal de que estaba consiguiendo controlar su mal genio y su malhumor. Cuando llegó la fecha en el que el niño no tuvo que clavar ningún clavo en la verja, su padre le felicitó y le dijo:

- Ahora vuelve a la verja y saca un clavo cada vez que te sientas bien.

El niño, que se sentía mucho mejor, logró quitar todos los clavos en poco tiempo. Al terminar de arrancarlos todos, el padre reconoció el duro trabajo de su hijo y, de nuevo, le felicito:

- ¡Felicidades! Veo que has quitado todos los clavos, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron en la cerca. ¡Jamás será la misma!

El padre le explicó al niño que cuando él decía algo malo a los demás, por más que se disculpara, siempre quedaban cicatrices. Y fue así cómo el niño entendió que cada vez que se enfadase, debía contenerse antes de, por ejemplo, insultar a alguien.

A partir de ese día el niño pasó a ser una persona amable, sonriente y alegre, que siempre respetaba a los demás y les ayudaba.


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